Rápido, esquivo, difícil de alcanzar, eres el conejo
blanco que me atrae con su malicia. Si
te veo quiero correr con fuerza hasta capturarte,
tomarte entre mis brazos y llevarte a ese sitio
donde los locos representan la cordura y en
el que Cheshire nos sonríe desde el cielo estrellado.
Conejo blanco ¿por qué tienes tanta prisa? quiero
seguirte, pero, corres tan rápido ¿a qué le temes?,
me sonríes con timidez y picardía para luego huir
obligándome a ir en tu búsqueda. A veces siento que
quieres verte acorralado por mi como un gato
hambriento persiguiendo al escurridizo ratón.
Conejo blanco, esclavo del tiempo, te siento tan cerca
y otras tan lejos. No se qué hacer para aproximarme, el
encanto que ejerces sobre mí se vuelve cada vez mayor,
hipnótico, profundo, confuso y extraño.
Conejo blanco, verdugo de rostro inocente, te quiero tanto.
Dame un pista, apiadate de mi ¡por favor, detente!,
permiteme estrecharte contra mi pecho y besarte antes
que la Reina Roja ordene que me corten la cabeza.